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Enseñanzas sobre el Corazón de Jesús

- Las doce promesas a los devotos del Sagrado Corazón -

 

Designios del amor de Nuestro Señor con aquellos que abrazan la devoción de su Corazón

"Nuestro Señor me ha dado a conocer, escribía la Beata Margarita María, que quiere ser conocido, amado y adorado de los hombres, y que les comunicaría muchas gracias, cuando se hubiesen consagrado a la devoción y al amor de su Sagrado Corazón... Me descubre los tesoros de amor y de gracias, que reserva para las personas que se consagren y se sacrifiquen totalmente a procurarle todo el honor, amor y gloria que puedan y, les promete tesoros tan grandes, que me es imposible expresar".

Se dice que "es de bien nacidos, saber se agradecidos"; pero para agradecer, es preciso conocer y reconocer las gracias y favores que se nos han hecho. El Corazón Sagrado de Jesús, no cesa en derramar su amor y bondad sobre los hombres, pero de manera especial, sobre sus Guardias de Honor; sin embargo, nuestra retribución es muy pobre en comparación a sus grandes beneficios, debido principalmente a la ignorancia que tenemos de ellos.

Durante este año, reflexionaremos brevemente, mes con mes, sobre Las Doce Promesas que el Sagrado Corazón ha hecho para las almas que le están consagradas, esperando que dichas reflexiones nos hagan conocer, como dice el Apóstol, cuál es la anchura, la longitud y la profundidad del Amor del Divino Corazón y sepamos corresponder mejor a nuestro compromiso de darle Gloria, Amor y Reparacion.

 

DOCE PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN

Enero - Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.

Febrero - Les daré paz a sus familias.

Marzo - Les consolaré en todas sus penas.

Abril - Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.

Mayo - Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.

Junio - Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.

Julio - Las almas tibias se volverán fervorosas.

Agosto - Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.

Septiembre - Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.

Octubre - Otorgaré a los sacerdotes el don de mover los corazones más endurecidos.

Noviembre - Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.

Diciembre - Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.

PRIMERA PROMESA

Les daré todas las gracias necesarias conforme a su estado.

Se pueden distinguir dos especies de gracias: unas que son absolutamente necesarias para la salvación, y que a nadie niega Dios, y otras gracias especiales que Dios no concede sino a sus amigos. Estas gracias hacen posible aquello que es imposible a la naturaleza; facilitan lo que es difícil y aún hacen agradable lo que naturalmente es penoso. A tales gracias se refiere esta primera promesa.

1° Estas gracias hacen posible aquello que a la naturaleza es imposible. Por ejemplo, es imposible ser casto sin la gracia, porque la castidad es un don de Dios. Pues bien; cuando se ama al Corazón de Jesús, cuando se recibe con frecuencia este adorable Corazón en la divina Eucaristía, no solamente puede todo hombre guardar la castidad propia de su estado, sino también hallar en ello su felicidad. San Luis Gonzaga ha llevado al cielo las vestiduras inmaculadas del bautismo, no obstante los peligros que corría en la corte de España. ¿Por qué tuvo esta dicha? Una revelación hecha a santa María Magdalena de Pazzis nos lo dice. Este santo joven amaba y honraba al Divino Corazón, y el divino Corazón era un escudo contra las flechas del enemigo.

2° Las gracias de elección facilitan lo que es difícil. Es difícil perdonar a un enemigo que nos ha ultrajado, calumniado, engañado con perfidia. Cuando se ama al Corazón de Jesús, se recuerda que desde lo alto de la cruz, Él oró por sus verdugos, prometió el paraíso a uno de los dos ladrones que le insultaban en el Calvario, y, a ejemplo suyo, perdona de todo corazón.

3° Las gracias especiales hacen aun agradable aquello mismo que desagrada a la naturaleza. Naturalmente aborrecemos los tormentos, los sufrimientos. Cuando se ama al Corazón de Jesús, Él muestra la gloria y la felicidad que se tendrá en el cielo si se soportan las cruces con resignación, y la vista anticipada de tal dicha tiene tanto imperio sobre el alma, que enamorada del Corazón de Jesús, ya no halla gozo más que en su conformidad. Esto hacía exclamar a Santa María Magdalena de Pazzis, que tanto amaba al Corazón de Jesús: "non morir, sed pati", padecer y no morir.

SEGUNDA PROMESA

Pondré la paz en las familias. Uniré a las familias entre sí con lazos de concordia.

¿Qué es una familia en la cual no reina la paz? Es la imagen del infierno.

En el infierno se blasfema, los condenados se maldicen y despedazan mutuamente: en la familia donde no hay paz, se maldice a Dios y sus miembros se despedazan unos a otros. En el infierno, el demonio es quien reina y atormenta a los condenados. El demonio, cual tirano, domina y reina en la familia de la cual está proscrita la paz. En el infierno, un fuego eterno consume y devora: en la familia en que no reina la paz, se hallan sus miembros devorados por el fuego infernal de las pasiones, por el fuego de la cólera, del odio, de la venganza, por el fuego impuro que atormenta el alma y el cuerpo. ¡Qué infierno anticipado!.

No sucede lo mismo en una familia en la cual haya establecido su reino el Corazón de Jesús. Tan dichosa familia es la imagen del cielo.

En el cielo, Dios es el rey; se le reverencia, se le sirve, y servir a Dios es reinar. En la familia en donde la paz del Corazón de Jesús ejerce su imperio, Dios es también quien reina cual soberano. Se le ama, se le reza, se le adora. Los hijos son como ángeles y constituyen la felicidad de sus queridos padres; los esposos no tienen más que un corazón y un alma; cada día el Corazón de Jesús los colma con sus bendiciones: esta familia es la imagen del cielo.

Mas, ¿qué es lo que proscribe la paz del seno de una familia y la cambia en un infierno? El pecado, las malas pasiones. El Corazón de Jesús aleja de las familias que le honran estos dos grandes enemigos de la paz. ¿Queréis saber cómo, proscribiendo el pecado del seno de una familia que era semejante a un infierno, hizo de ella un delicioso paraíso? Escuchad:

Una Madre de familia, cuyo marido dado a la embriaguez, era escandaloso y perverso, le suplicó fuese a oír a los predicadores durante una misión. La respuesta que recibió fueron brutalidades. Al fin de la misión le dijo a este obstinado: "Id, al menos, a ver el hermoso cuadro del Sagrado Corazón que acaban de exponer en la iglesia. Todos le admiran. -Está bien, para eso sí iré, contestó. -Se dirige a la iglesia y se coloca ante la santa imagen; empieza por mirarla como se mira un cuadro en una galería; mas fijando luego la vista en la honda herida y en la cruz en ella colocada, recuerda que este Divino Corazón se dejó traspasar por su salvación, y además que él, ingrato, ha sido quien con sus pecados clavó la cruz en este Corazón paternal. Profundamente conmovido y deshecho en lágrimas, corre a postrarse a los pies de un confesor, se convierte sinceramente y pasa del confesionario a la sagrada mesa para recibir el cuerpo y el Corazón de Jesús. Terminada su acción de gracias, se retira lleno de júbilo, refiere su dichosa conversión a su mujer y a sus hijos, los abraza con ternura, les pide perdón, y dice: "Hasta este día no os he proporcionado sino escándalos y penas; en adelante no os daré más que satisfacción y gozo." Cumplió su palabra, y esta desgraciada familia, imagen del infierno, se cambió, por el Corazón de Jesús, en imagen del paraíso.

TERCERA PROMESA

Los consolaré en todas sus aflicciones.

¿Cuál es la persona que tarde o temprano no tenga que sufrir durante la vida? Nadie; pues estamos todos desterrados en el valle de lágrimas. Más, ¡cuán dulce es recibir consuelo en las aflicciones, y recibirle, sobre todo, del Corazón de Jesús! ¿Quién puede consolar como Él?

Para consolar eficazmente, es necesario tener buen corazón; y ¿hay por ventura un corazón cuya bondad sea comparable con la de Jesús, puesto que su esencia es la misma bondad?

Para consolar eficazmente, necesario es conocer los males del que llora. ¿Hay acaso un corazón que conozca mejor que el Corazón de Jesús nuestros sufrimientos, nuestras penas, nuestras enfermedades, todos nuestros tormentos? El los ha sufrido, y no como nosotros, sino eminentemente, y por consiguiente, de una manera mucho más cruel.

Por último, para prestar un verdadero consuelo, es necesario ante todo poder remediar los males que hacen derramar las lágrimas. Un pobre mendigo llama a vuestra puerta, y gimiendo, exclama: “¡Tengo hambre!” Si no tenéis que darle, en vano le dirigiréis las más caritativas palabras; seguirá llorando, pues continúa sufriendo de hambre. Al contrario, ¿no es Jesús Todopoderoso? ¿No puede en cualquiera circunstancia remediar nuestros males? ¿Habéis leído en el Evangelio que a la muerte de Lázaro, sus hermanas, de quienes era muy amado, sollozaban y lloraba amargamente, a pesar de los esfuerzos de sus amigos por darles algún consuelo? ¿Por qué eran estos estériles? Porque no podían devolverle a su hermano. En esto llega Jesús. “¡Ah, Señor!, le dice Marta, si hubieseis estado aquí, no hubiera muerto mi hermano”. Respóndele Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida, ¿lo creéis?" “Creo, dice Marta, que sois el Hijo de Dios". Prendado de este acto de fe, dirígese el Salvador al sepulcro de Lázaro, muerto hacía ya cuatro días, y cuyo cadáver se hallaba ya en estado de putrefacción. Jesús, acercándose, exclamó en voz alta: “Lázaro, ven fuera.” Sale Lázaro del sepulcro, Jesús le devuelve lleno de vida a sus hermanas y trueca en lágrimas de alegría las lágrimas de tristeza. Sólo Dios puede consolar de este modo, porque sólo Dios es Todopoderoso.

¿Queréis saber ahora cómo consuela Jesús en el terrible instante de la muerte? Escuchad esta relación:

“Me mandan a llamar un viernes, día tan grato al Corazón de Jesús. Hallo tendido sobre unas pajas a un pobre de unos cuarenta años, paralizado del todo hacía ya seis meses. Su cuerpo estaba casi hecho una llaga. Como Jesucristo en la cruz, este enfermo no reposaba sino sobre heridas. Para colmo de desgracia, se hallaba solo, abandonado de todo el mundo, pues no tenía más amparo que una hija de veinte años que debía ausentarse desde muy temprano, todos los días, para poder ganar el sustento y lo necesario para atender a la enfermedad de su padre. Como yo deseaba confesarle, me encerré en la buhardilla donde se hallaba su cama. Al cabo de algunos minutos de conversación, vi con asombro que estaba, no solamente tranquilo, sino también contento y alegre.

¿Cómo, le dije, puede usted estar tan lleno de satisfacción en medio de sus innumerables sufrimientos? “Abra usted la puerta, padre, me contestó, y verá mi consuelo.” Abro y me señala con la vista, pues no hubiera podido mover un dedo, una hermosa estampa del Corazón de Jesús y otra del Corazón de María (tal vez se había privado de su sustento para ponerlas en un cuadro), añadiendo: “He ahí, padre, de donde recibo el consuelo: cuando ya me encuentro exhausto de padecimientos, miro, ora al Corazón de Jesús, ora al Corazón de María, y me repito a mí mismo: Ellos han podido padecer mucho más que yo, siendo inocentes, mientras que yo he cometido muchas faltas; y este pensamiento basta para consolarme”. Inmediatamente le mandé una Hermana de la Caridad para que le cuidase.

Dos días después de haber recibido los últimos sacramentos, vuelvo a su casa: ya estaba en un mundo mejor. Pregunté cómo había muerto, y he aquí la respuesta que recibo: Este hombre dijo al morir: “Veo mi cama sembrada de hermosas flores azules y a la Virgen María que baja para recibir mi alma. Sin entrar en lo que este caso pueda tener de sobrenatural, me es dado asegurar con toda confianza, que en esta circunstancia el Corazón de Jesús cumplió perfectamente su promesa: “Seré su consuelo en todas sus penas”.

CUARTA PROMESA

Seré su refugio seguro durante la vida y principalmente en la hora de la muerte.

Los ángeles rebeldes han caído del cielo: los escogidos están llamados a ocupar sus tronos. Estos espíritus soberbios están envidiosos de la dicha del hombre, y para arrastrarle en sus abismos le tienden lazos y le atacan de mil maneras. El demonio, cual león rugiente, da vueltas en derredor del hombre para devorarle. Más ¿qué podía hacer contra aquel que honra al Corazón de Jesús? Con una sola mirada, el Todopoderoso arrolla y derriba a su enemigo.

En el momento de la muerte, el demonio reduplica sus esfuerzos, según dice San Juan, porque ya le resta poco tiempo para lograr la perdición del alma. Más cuando se ha amado y honrado al Corazón de Jesús, nuestro Salvador abre su sagrada llaga y nuestra alma encuentra en ella un asilo impenetrable contra los ataques del enemigo. En las calamidades, Jesús se muestra también nuestro refugio y nuestro amparo.

Dichosa la parroquia que honra al Corazón de Jesús, sobre todo, el primer viernes que le es tan grato, durante la peste o cualquiera otra epidemia. He aquí lo que sucede entonces. Este divino Corazón, ya preserva a la parroquia de tan horribles azotes, ya los aleja prontamente, o, si por designios conocidos únicamente de Dios, no preserva a la parroquia, da gracia para sufrir de un modo tan cristiano, que aquellos que están atacados por la epidemia, merecen en el cielo una corona más bella. Entonces se realiza a la letra esta palabra de los Libros santos: "Todo coopera al bien de los que aman a Dios", y sobre todo, podemos añadir nosotros: de los que aman al Corazón de Jesús.

La ciudad de Marsella estaba asolada por la peste. Ya no bastaban los brazos para enterrar a los muertos. Los magistrados se vieron en la necesidad de abrir a los criminales las puertas de las cárceles y presidios, bajo condición de que enterrasen los cadáveres. Monseñor de Belzunce, Obispo de esta desgraciada ciudad, de acuerdo con las autoridades, prometió una solemne procesión en honor del Corazón de Jesús y le consagró la metrópoli y la diócesis. Inmediatamente el Corazón de Jesús hizo resaltar su misericordia y el azote desapareció como por encanto.

En el Cairo, durante una de las últimas epidemias del cólera, treinta mil víctimas sucumbieron en un mes. El superior de los hermanos de la Doctrina cristiana escribió a Europa: “Nuestros niños y nuestros criados se han entregado constantemente con nosotros al cuidado de los coléricos, y ni uno solo ha sido acometido por el azote: no obstante, no habíamos tomado más precaución que la de encomendarnos encarecidamente al Corazón de Jesús”.

QUINTA PROMESA

Bendeciré abundantemente todas sus empresas.

Esta  promesa  necesita  principalmente  una  explicación teológica. Prestad, pues, mucha atención. Bendición y éxito no tienen el mismo sentido. Cuando un malvado sale bien en todas sus empresas, ¡desdichado de él! Podemos temer que su dicha sea una profecía tocante á su reprobación, sobre todo si este nuevo beneficio de Dios no le abre los ojos y no lo vuelve a traer al camino de la virtud.

He aquí la razón: No hay hombre, por malvado que sea, que no haga un bien durante su vida, y Dios es tan bueno, que no quiere dejar nada sin recompensa. Al considerar el bien que este malvado, este impío ha hecho durante su vida, el Corazón de Jesús habla y dice: "Este hombre perverso ama los bienes perecederos, los honores,  las grandezas; pues bien, se los daré para que abra los ojos, reconozca mi bondad y vuelva a mí: si se rinde, le abriré los brazos de mi misericordia. Si se obstina en andar por la vía que conduce al infierno, caerá en el. Y si mi Corazón  es traspasado de dolor por verme obligado a desheredarle á causa de su obstinación, tendré al menos el consuelo de poder decir: no he dejado sin recompensa el poco bien que hizo en la tierra."

Mas ¿cuál es el significado de la promesa? Si es verdad, como dice el Apóstol, que todo coopera al bien de los que aman á Dios, no es menos cierto que todo cooperará al bien de los que le demuestran un amor especial en honor de su Divino Corazón. Derramará, pues, abundantes bendiciones sobre vuestras empresas si vuestras miras son conformes á las suyas para su mayor gloria y vuestro mayor bien, y entonces tendrán el éxito que deseáis: en el caso contrario, vuestras empresás no saldrán como queréis; pero ]esús os indemnizará en este mundo o en la otra vida: se comportará cual Dios, como Dios, que jamás puede dejarse vencer en generosidad.

Además, como conoce lo más intimo de los corazones y que es Todopoderoso, si prevé que no deseáis amontonar riquezas y tener honores más que para su gloria y el bien de vuestros hermanos, os dará el éxito bendiciendo vuestras empresas. Para eso le basta sugerir un pensamiento. Por otro lado, ¿no es El quien da el rocío á la tierra, quien forma y conduce las nubes y dirige el soplo de los vientos?

SEXTA PROMESA

Los pecadores hallarán en mi corazón un océano de gracias y de perdón.

Notad la expresión: ¡un océano!

Y efectivamente, ¿no es Jesús quien dijo: "No he venido a buscar justos, sino pecadores? ¿No es cierto, que para ellos especialmente, se dejó traspasar el Corazón en la cruz? Y que a un ladrón crucificado a su derecha le abrió las entrañas de su misericordia, y le dijo: "Hoy estarás conmigo en el paraiso".

En el Evangelio también se lee una conversión muy notable, obrada por el Corazón de Jesús. Nadie más difícil de convertir que un incrédulo. Después de la Resurrección, Jesús se apareció a sus Apóstoles y les mostró sus manos, sus pies y su costado abierto. Tomás no estaba allí. Cuando volvió le dijeron: "Hemos visto al Señor." No lo creo, replicó Tomás. ¡Qué bueno fue Jesús! Ocho días después, vuelve a parecerse. "Tomás, le dice al incrédulo, mete el dedo en la herida que me ha hecho el clavo en la mano." Lo pone, y queda tan incrédulo que aún no se da por vencido. "Tomás, dícele Jesús, introduce la mano en la llaga que la lanza ha abierto en mi Corazón". Introdúcela, y al momento que llega a tocar este Corazón adorable, exclama el Apóstol: "¡Vos sois mi Señor y mi Dios! Dominus meus et Deus meus". El Corazón de Jesús le ha convertido tan de veras, que Tomás fue más tarde a la India, en donde se dejó traspasar el corazón por la gloria de su divino Maestro.

Escuchad ahora otro rasgo de inefable misericordia. ¿Dónde pensáis se encuentra el bárbaro soldado que clavó su lanza en el Corazón de Jesús? Pues reina en medio del triunfante ejército de los mártires. Según cuenta una respetable tradición, Longinos (es el nombre que el martirologio da al dichoso mártir), perdió instantáneamente la vista al traspasar el Corazón de Jesús: pero la sangre que brotó de este Corazón misericordioso, corrió á lo largo de la lanza y llegó á tocar la mano del soldado. Al momento recobró la vista y reconoció por este nuevo milagro que Aquél, cuyo Corazón había traspasado, no podía ser más que un Dios Todopoderoso; lloró su falta y la lavó con su propia sangre, pues murió mártir en honor de Aquél cuyo corazón había herido.

Todos los días se oyen referir casos de pecadores que ni aun las misiones habían podido convertir y que se hallan conmovidos y cambiados por el Corazón de Jesús. Si los hay en vuestras familias, implorad en su favor la protección del Corazón de Jesús, y decidles con bondad: Jesús ha hecho esta bella y tierna promesa, que los pecadores hallarían en su Corazón la fuente y el océano de la misericordia. Haced, pues, la prueba: y volveréis a encontrar la paz y la felicidad que habéis perdido.

SEPTIMA PROMESA

Las almas  tibias se harán fervorosas.

La  tibieza  es una  enfermedad muy peligrosa. Produce en el alma el mismo efecto que la tisis en el cuerpo; con frecuencia conduce á la muerte, sin sentirlo.

- Más, ¿es posible permanecer tibio, si uno se acerca al Corazón de Jesús?... No

-¿Por qué?

-Porque él es el incendio del divino Amor.

¿Y es por ventura posible acercarse a las llamas o a un incendio sin sentir calor?

 

OCTAVA PROMESA

Las almas fervorosas se elevarán con rapidez a gran perfección.

En su fervor, dirigen a menudo sus miradas al Corazón de Jesús, modelo de toda perfección. Atraidos a la Sagrada Mesa por los atractivos de su bondad, reciben frecuentemente a Aquel que vino a la tierra para dar, no solo la vida, sino la superabundancia de la vida a todos los que le amen.

Los ejemplos nos arrastran a practicar la virtud; dejadme, pues, que os refiera algún otro. Una fervorosa celadora del Apostolado del Sagrado Corazón ha llegado en pocos años a la altura de los mas perfectos. Fácilmente se puede comprobar; mas para no hablaros sino de su caridad, ved cuán grande era; ved, sobre todo, cómo se parecía a la del Corazón de Jesús. Ella misma cuidaba de las personas pobres, de los más desamparados y miserables, de los más repugnantes, y les dispensaba los más bajos servicios; su presupuesto para las buenas obras ascendía cada año a cincuenta mil francos, y jamás tenía bastante; pero el Corazón de Jesús la hacía industriosa para proporcionarse mucho más.

Un día le dijo a su virtuoso marido: "Todas las señoras se van a comprar unos chales y mantas de tres mil francos para llevarlas en la boda que pronto se celebrará en nuestra familia: también me darás uno, ¿no es eso? -Y ¿por qué no? Ciertamente, lo tendrás. -Pues bien, prosiguió: El cólera ha dejado en la ciudad ochocientos huérfanos de padre y madre; dame, pues, los tres mil francos para mil huérfanos; no necesito el chal. -Muy bien, respondió su digno esposo: me gustan esos caritativos instintos: he aquí los tres mil francos, y repártelos entre esos huérfanos."

¡Muy grande es esa caridad! Mas, ¿queréis verla en todo su esplendor, y tal cual brota del Corazón de Jesús? Escuchad:

"Una pobre mujer, que vivía a tres cuartos de legua de la ciudad, se presentó en su casa y dijo la quería ver. La celadora mandó preguntar qué era lo que pedía. "Quisiera, respondió la pobre, una poca de ropa blanca y un vestido, o al menos el uno o el otro de estos objetos. -Decidle que le enviaré ambas cosas. ­Pero, dijo la pobre, quisiera ver a la señora." Tuvo ella la bondad de bajar. "¿Qué quiere usted, buena mujer? -Señora, un poco de dinero. -Pero eso es demasiado, le respondió la celadora del Divino Corazón, con extremada dulzura; me pide usted uno u otro de los objetos, se los concedo ambos, y ¿todavía quiere dinero?" La pobre mujer: se marcha sin chistar. La celadora sube a su cuarto; sus ojos se fijan en el Crucifijo. Recuerda la infinita caridad del divino Corazón, y exclama, bañados los ojos en lágrimas: "¿Qué he hecho? ¡Ah! ¡No he imitado al divino Corazón de Jesús! ¿Por qué me ha pedido tanto esta pobre mujer? Porque ha creído que podía darle mucho; ¡Qué desengaño la he proporcionado! Al decir estas palabras prorrumpe en llanto. Y notad, sin embargo, que no era escrupulosa; antes al contrario, era la mujer más cuerda y juiciosa de la ciudad, el alma de todas las obras de caridad. Al día siguiente, decidida a reparar lo que ella llama una falta, manda a buscar a la pobre, la introduce en su sala, se echa a sus pies, le pide perdón y la abraza; después le da una abundante limosna. ¿Habéis oído hablar jamás de una semejante caridad?

¡Oh, Corazón de Jesús! Brota de vuestra sagrada llaga la perfección de esa caridad. Bendito seáis por siempre jamás !

NOVENA PROMESA

Bendeciré todos los lugares en que mi imagen sea expuesta, para ser especialmente honrada.

Por consiguiente, Jesús derramará sus bendiciones en todo lugar. Las derramará, sobre todo, en nuestros templos. Venid, pues, con frecuencia a reverenciar la imagen tres veces santa, cuando temáis alguna desgracia, venid a implorar al Divino Corazón y recordadle su promesa.

Cuando os preparéis a recibir los Sacramentos, venid a contemplar los símbolos que rodean al Corazón de Jesús: ¡cuánto poder tendrán para excitar en vosotros afectos de verdadera contrición!

Si hubiéseis pecado mortalmente, la cruz os diría: "Pecador, mira cuán culpable eres; los judíos plantaron la cruz en la roca y tú la has plantado en el Corazón de Jesús. Pero mira esta profunda llaga; ha quedado abierta para implorar tu perdón y para recibir también a tu alma en el santuario de la misericordia y del perdón."

La santa imagen de Jesús atraerá igualmente bendiciones a vuestras familias, sobre todo si la colocáis en el puesto de honor, y si a la mañana y a la noche le rendís homenaje rezando con devoción la oración del Apostolado y de la Archicofradía.

Un señor muy ríco, después de su conversión, hizo desaparecer de su sala las estatuas que la adornaban, y colocó en los entrepaños cuadros del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María. "Quiero: me dijo a mí mismo, que aquellos que convidare a mi mesa conozcan de pronto mis sentimientos y espero que los respetarán. El Divino Corazón cumplió fielmente su promesa. Derramó las mayores bendiciones en este caballero tan celoso por su gloria y le hizo tan feliz, que repetía con frecuencia: "No creo que pueda hallarse otro más dichoso que yo en este mundo. Sin embargo, si Dios me llamase hacia El en este momento, lo dejaría todo sin pesar."

Jesús bendecirá también vuestra persona si lleváis puesta una medalla ó un escapulario del Sagrado Corazón. Sucedió poco en Velaine-sur-Sambre, que un minero al día de su agregación se echó al cuello una medalla del Sagrado Corazón. Tres días después, cae de una altura de doce metros, y el andamio entero cae sobre él. Hace un acto de contrición, invoca al Corazón de Jesús cuya imagen traía puesta, al momento se siente reanimado, desprende la mano derecha y sale sin haber experimentado lesión alguna.

En los peligros del alma, en las tentaciones, llevad la mano a la santa imagen y vuestra alma volará, por decirlo así, hasta penetrar en la divina llaga: hallará en la concavidad de la piedra una fortaleza inaccesible a los tiros del enemigo. Durante la última guerra contra Prusia, un guerrero francés recibió una bala en el corazón. Hubiera debido caer muerto, y no obstante quedó en pie. La bala se detuvo en el escapulario que llevaba puesto con la Santa imagen, y el Corazón de Jesús hizo ver una vez más que Él es la resurrección y la vida.

Yo establecí el Apostolado en el campo de batalla de Sedan. El párroco de la aldea donde se estaba dando el combate, me enseñó en el cementerio; que acababan de consagrar al Corazón de Jesús lo mismo que la iglesia, una cruz, diciéndome: "Ahí descansa el cadáver de un coracero francés. En vez de echarle en el foso común junto a los demás cadáveres, le hemos enterrado con tantos honores como si hubiese pertenecido a la parroquia. Se le hicieron los funerales y exequias de la iglesia, y le dedicaron esta sepultura porque se le halló sobre su corazón la medalla de guardia de honor del Sagrado Corazón." Y el venerable sacerdote me enseñó la medalla.

DECIMA PROMESA

Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más endurecidos.

Para recompensar a los sacerdotes que se hacen apóstoles de su devoción y honran su Divino Corazón, Jesús imprime en ellos el sello de su bondad, de su misericordia y de su admirable caridad.

Su palabra es una espada que penetra en el corazón, no para herirlo, sino para cortar los lazos que el enemigo de Dios ha formado. No conozco ejemplo que pruebe mejor esta aserción que el de San Francisco de Sales.

¿Quién ignora que era un verdadero adorador del Corazón de Jesús? Por eso convirtió a un ejército de pecadores. Un ejército, más ¿no es esta una exageración? No, pues convirtió setenta y dos mil pecadores. ¡Qué ejército tan hermoso!

UNDÉCIMA PROMESA

Sus nombres serán escritos en mi Corazón y se borrarán.

Concierne sobre todo a los verdaderos celadores de los intereses y de la gloria del Corazón de Jesús. Se cumple en favor de los que se esfuerzan por extender esta regia devoción y la de su bendito apostolado.

Sus nombres, dice Jesús, serán escritos en mi Corazón y jamás serán borrados de él. Lo cual significa que a veces, por un milagro, Nuestro Señor escribe realmente en su Corazón el nombre de una persona a quien ama.

La beata Batista Varani, duquesa de Conmerino, obtuvo este notable favor. Cuenta ella misma, que para recompensar un acto que había agradado soberanamente al Divino Corazón, Jesús se dignó aparecérsela. "Levantó el brazo con solemnidad, dice, y vi escritas con grandes letras de oro al través de las llagas de su Corazón, estas palabras: Ego te diligos Camilla (te amo, Camila).

Pero esta promesa significa, sobre todo, que si uno es verdaderamente celador, escribirá Jesús el nombre de este fiel amigo suyo en la memoria de su Corazón, es decir, que no le olvidará jamás en la distribución de sus gracias y de sus más inestimables favores. También escribirá su nombre en un hermoso trono del cielo y no permitirá que sea borrado jamás.

En 1873, establecí el Apostolado en Beez, cerca de Namur; seis meses después, el Rdo. Párroco me escribía en estos términos: "He aquí, padre, de qué manera el Corazón de Jesús acaba de cumplir la admirable promesa que les predicó usted a mis feligreses: El señor Cura de Bois­de­Villers se hallaba en mi casa; la nieve caía con fuerza; los caminos estaban intransitables. Habíamos convenido en que no volvería a su parroquia hasta el sábado, cuando de repente me dice: ­Es necesario que me marche. ­Pero ¿por qué cambia usted de resolución? Tiene para ello algún motivo grave que no se le había ocurrido antes? ­Ninguno ­Entonces, no hay razón alguna para marcharse, pues corre el riesgo de perecer en el camino. -iSí no puedo seguir adelante, no me detendré en tal punto que indico; pero es preciso que parta.

Se marcha, y en el camino otro sacerdote le insta para que no prosiga; pero en vano; sigue su camino y llega, pero en vez de ir directamente a su casa, entra como por instinto en una casa de la aldea. Al abrir la puerta oye estas palabras: ¿Cómo haríamos para conseguir un sacerdote ahora?.Y ve una familia anegada en llanto al rededor de una joven que estaba en la agonía. La absuelve, corre hacia la iglesia, vuelve á toda prisa y le administra a la enferma los últimos Sacramentos. La joven murió el sábado, antes de la hora en que el cura hubiese podido llegará su parroquia, si hubiera accedido a las instancias de los sacerdotes sus amigos.

Mirad, pues, cómo el Corazón de Jesús, para cumplir sus promesas, fué quien obligó al sacerdote a regresar. El Apostolado no se hallaba establecido en la parroquia; pero la joven se había hecho inscribir en Beez y comulgaba todos los primeros viernes con puntualidad.

El cura de Beez terminaba su carta con estas palabras: "Usted ve, Rdo. Padre, que el Corazón de Jesús fué quien inspiró á mi hermano.""

Cf. Bougaud, Émile. "Historia de la Beata Margarita María Alacoque". Herrero Hermanos, Editores. 1897.

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